Perú_José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de socialismo

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Miguel Mazzeo ha tomado el riesgo de llevarnos a leer nuevamente a José Carlos Mariátegui, uno de los grandes teóricos y políticos de Nuestra América, y ha logrado no solo sortear las trampas de la obviedad o la banalización que tienden siempre las revisitas, sino que nos ha abierto las compuertas para dejar fluir hacia el futuro las potentes intuiciones y los anhelos del peruano. Su lectura mariateguiana a partir de la noción de “elementos de socialismo práctico”, así, teje el lazo exacto entre lo dicho y lo actuado en su perspectiva histórica por el Amauta y aquello que sedimenta como fermento para abonar el camino emancipatorio de las luchas populares del presente, que es lo que inquieta a Mazzeo y por eso consigue conmovernos especialmente con su aporte.

Prólogo de Mabel Thwaites Rey
al libro
El socialismo enraizado
José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de socialismo
práctico del escritor argentino Miguel Mazzeo
(Lima, Fondo de Cultura Económica, 2013).

«Pequeño aviso para leer a Mazzeo, que lee a Mariátegui»

Volver sobre la obra de un clásico siempre es un desafío que encierra grandes
riesgos y posibilidades. Un autor es clásico si, además de ser un intérprete
lúcido de su tiempo, sus percepciones trascienden lo epocal y continúan siendo
productivas para entender las problemáticas del presente, por eso suele ser
recuperado una y otra vez, bajo las circunstancias que se renuevan en la
historia. De ahí que el principal peligro resida en un retorno superfluo sobre lo
vastamente transitado, sin demasiado aporte ni originalidad. A la vez, y como
contracara, la mirada de los grandes pensadores puede ser una linterna
poderosa para iluminar los dilemas del presente.

Miguel Mazzeo ha tomado el riesgo de llevarnos a leer nuevamente a José
Carlos Mariátegui, uno de los grandes teóricos y políticos de Nuestra América,
y ha logrado no solo sortear las trampas de la obviedad o la banalización que
tienden siempre las revisitas, sino que nos ha abierto las compuertas para dejar
fluir hacia el futuro las potentes intuiciones y los anhelos del peruano.

Su lectura mariateguiana a partir de la noción de “elementos de socialismo
práctico”, así, teje el lazo exacto entre lo dicho y lo actuado en su perspectiva
histórica por el Amauta y aquello que sedimenta como fermento para abonar el
camino emancipatorio de las luchas populares del presente, que es lo que
inquieta a Mazzeo y por eso consigue conmovernos especialmente con su aporte.

Un rasgo central de este libro es que refiere a un hombre firmemente arraigado
en su tiempo, con la mente y las entrañas, y está escrito por otro hombre
comprometido a fondo con la militancia
social y política de nuestros días.

Mazzeo toma del peruano más que las palabras y la modalidad del ensayo
como cauce propicio para unir rigurosidad intelectual y belleza, razonamiento
mesurado y pasión sostenida. Toma la esencia del compromiso activo con el
hacer transformador de su tiempo. Por eso es capaz de penetrar a fondo en el
pensamiento de Mariátegui y traducirnos al traductor y traerlo a caminar con
nosotros en la búsqueda de un horizonte de cambios radicales.

Mientras Mariátegui traduce la vocación universal del marxismo a la realidad
específicamente peruana y latinoamericana, traduce Mazzeo los hallazgos de
las miradas comunitarias, indígenas y campesinas del pensador andino, a las
necesidades y anhelos de las llanuras urbanas. Ese puente traductor,
entendida la traducción en el buen sentido de lazo de inteligibilidad que
posibilita la comunicación genuina y el intercambio profundo, que enriquece y
habilita la acción, que construye y expande nuevos sentidos, es el aporte
fundamental de la sólida obra que nos ofrece Mazzeo sobre un pensador
insoslayable para entender –y transformar– Nuestra América.

Aupado en la tradición ética y estética mariateguiana, el autor de este libro
construye un ensayo de una erudición no escolástica, sino generosa por la
abundancia de fundamentos que le prodiga al lector interesado –más allá de
conocer la vida y obra de Mariátegui, para lo cual este libro es muy oportuno–
en el combate de ideas, en la disputa intelectual y moral por el socialismo.

La pasión y el compromiso militantes, imbricados con el rigor que se espera de la
academia, se ponen en la obra que prologamos al servicio del convencimiento
por la vía de la argumentación paciente, minuciosa y de rigor rotundo, en la
disputa por modificar las relaciones de fuerza que hoy sostienen al capitalismo.
Mazzeo logra sobradamente el propósito que enuncia en su introducción, al
admitir su vocación de intervenir teórica y políticamente en el presente en el
que vibra y batalla, tal como lo hizo Mariátegui en su tiempo.

Uno de los ejes más notables sobre los que se sostiene la actualidad del
Amauta radica en su rechazo a la pretensión de que para llegar a construir una
sociedad de nuevo tipo, superior, socialista, haga falta pasar por las fauces del
capitalismo, como etapa inexorable no solo a transitar, sino a procurar activamente.

Con su mirada original y creadora, Mariátegui rechaza de plano el
etapismo en Perú y en América Latina, es decir, la concepción en boga en su
tiempo, que postulaba el pasaje por el capitalismo –en su versión clásica y
modelizada– como estación ineludible e imprescindible para arribar al
socialismo. Sobre todo, en la versión que suponía la tarea de destruir todo
vestigio de relaciones pre-capitalistas, consideradas atrasadas y disfuncionales
para la máxima expansión de las fuerzas productivas y el despliegue del
territorio burgués sobre el cuál construir la superación socialista.

Anticipándose en varias décadas a la discusión sobre el carácter capitalista o feudal de la
colonización de América y a los debates del dependentismo, Mariátegui
advierte que las características de las relaciones sociales en Perú, y en otros
territorios de Nuestra América, no pueden ser sometidas sin más al esquema
teórico-analítico lineal de cierto marxismo ortodoxo y estrecho. En cambio,
ahonda en la peculiaridad de las relaciones sociales peruanas –impregnadas
por las formas comunitarias– y plantea que durante todo el período colonial y
después de su derrocamiento, subsistieron en Perú comunidades indígenas
campesinas con formas de relacionamiento social compatibles con el
socialismo.

Estos “elementos de socialismo práctico” suponen, para Mariátegui,
una base importante e insoslayable a la hora de pensar en la superación de la
dominación capitalista en sus tierras. Porque lejos de ser una rémora a
erradicar, podían resultar el fundamento real –material– para la construcción y
despliegue de relaciones socialistas de nuevo tipo en América Latina, en la
medida en que podían proporcionar un suelo firme de subjetividades
comunitarias donde sembrar la solidaridad y la cooperación imprescindibles
para fundar el socialismo.

Con enorme agudeza, Mariátegui entiende tempranamente que las condiciones
de despliegue del capitalismo son muy distintas en los países centrales que en
los de la periferia. Por eso rescata la esencia de las tesis marxistas pero
rechaza entenderlas como fórmulas canónicas a aplicar de modo idéntico, en
todo tiempo y lugar. Es decir, desde su perspectiva, el comprender que el
capitalismo preña las condiciones materiales que harán posible el socialismo,
como rasgo histórico general, lejos está de eximir un análisis profundo sobre
cómo se dan tales condiciones en cada territorio específico y de qué modo,
entonces, pueden ser superadas por formas socialistas de vocación
mágico en el que la “conquista del poder” nos hará buenos, si en el camino por
transformar la realidad no se tiene conciencia de las nuevas prácticas que la
propia lucha debe ir gestando.

Advertimos que esos elementos del socialismo práctico que Mariátegui
encontraba latentes en las comunidades indígenas de su tiempo han tenido,
ciertamente, un destino muy diverso según las experiencias históricas del
despliegue de las relaciones capitalistas en cada estado nacional de América Latina.

Porque las prácticas capitalistas tienden a romper, con su carga de
individualismo exacerbado, las formas comunitarias. La paradoja de ciertas
lecturas es que concebían que tales prácticas debían ser desterradas para dar
paso a la modernidad capitalista, como camino ineludible para llegar al
socialismo. Esta visión ha puesto siempre un énfasis excesivo en las
condiciones materiales de producción “ideales” (en el sentido de estilizaciones
tomadas de rasgos de lo real), entendidas como los mecanismos que permiten
la obtención de nuevos bienes a extraer de la naturaleza, para colmar
crecientes necesidades sociales.

A largas siete décadas de los aportes mariateguianos
y su reivindicación de los elementos de socialismo práctico
presentes en las comunidades indígenas campesinas, interesa más el sentido
de este gesto de arraigar en las condiciones autóctonas la posibilidad de
desplegar un socialismo “societal” y no estatista, que constatar cuánta
supervivencia efectiva hay de estos elementos en las sociedades periféricas y
globalizadas del siglo XXI. Interesa, sobre todo, como “núcleo duro” de
pensamiento capaz de iluminar las transformaciones del presente.

En los últimos 50 años, el desarrollo capitalista supuso: 1) la producción de
bienes de consumo masivo que operan como alfileres de seguridad muy
efectivos de las condiciones sociales en cuyo seno se crean y 2) la expansión
de medios de comunicación de masas a una escala que ha permitido unificar
valores y deseos en torno a la sociedad de consumo, a partir de la producción
de visiones con capacidad de alcanzar escala planetaria y de aplanarlas en un
sentido unidireccional, del centro a los bordes, conforme discursos y prácticas
hegemónicas que, en el decir de Frei Beto, organizan la globalización neo-
colonial del Siglo XXI.

Por eso la tarea de encontrar elementos del socialismo práctico o formas prefigurativas
es hoy más compleja y, por eso mismo, más urgente que nunca.

Porque así como Mariátegui entendía que lo importante pasaba por demostrar el arraigo
y la no ajenidad de las ideas socialistas en nuestro continente, como espacio de batallas intelectuales y morales,
hoy nos encontramos ante el imperativo de desnudar las falacias de la promesa
capitalista de bienestar exponencial y para todos.

Y más aún, de demostrar la irracional insustentabilidad medioambiental de tales pretensiones de
producción ilimitada.

Claro que esto también presenta sus paradojas. Porque la constatación de que
las sociedades periféricas no podrían alcanzar nunca los estándares de
producción y consumo del centro sin hacer estallar el planeta –amén de sin
romper con los lazos que las amarran a una forma de despliegue capitalista
dependiente y subordinado-, no inhibe la necesidad imperiosa para los pueblos
de reapropiarse de los logros productivos, tecnológicos y sanitarios que la
humanidad ha producido y de los que disfruta una ínfima porción de la
población mundial. Parar de depredar la naturaleza, acabar con el consumismo
irracional y destructivo, por ende, no puede implicar la renuncia a redistribuir
esos logros básicos que hacen a la calidad de vida mínima de los pueblos.

Porque las conquistas adquiridas por el esfuerzo de millones de hombres y
mujeres a lo largo de la historia tienen que ser preservadas y ampliadas a
quienes aún no han podido gozar de ellas.

La pregunta, sin embargo, sigue siendo cómo.
¿Cómo parar la sobreexplotación de la naturaleza y de los
hombres por parte de un sistema voraz que se encamina, por su propia inercia,
a producir mayores colapsos ambientales y sociales? ¿Cómo redistribuir los
bienes existentes? ¿Cómo gestar las condiciones que hagan posible nuevas
formas de relación humana (solidarias, cooperativas, igualitarias, horizontales)
capaces de producir condiciones de vida digna para el conjunto? ¿Cómo hacer
para que el saber humano y la potencialidad creadora de la cooperación
redunden en el bienestar colectivo y no en la miseria de la mayoría?
El libro de Miguel Mazzeo sobre la búsqueda socialista de Mariátegui es, sin
dudas, un aporte valiosísimo para ir tejiendo respuestas valederas a estos
interrogantes, que sirvan, sobre todo, a la práctica militante en procura de otro
mundo al que urge cada vez más hacer posible.

Mabel Thwaites Rey

fuente: http://www.lahaine.org/index.php?p=73467


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